Xavier Ferràs, degà de la Facultat d’Empresa i Comunicació de la UVic-UCC.

En el pasado año. España siguió retrocediendo en sus indicadores de innovación, has caer a un paupérrimo 1,22% de inversión I+D sobre PIB. En Catalunya, por primera vez, repunta la innovación (un 6%), hasta el 1,52% (I+D/PIB) tras ocho años d caída. A nivel global, la inversión en I+D se incrementó en un 3,5%. La gran batalla por el liderazgo mundial se libra entre EEUU y China, la gran potencia emergente.

China, con un esfuerzo en I+D del 2,04%, supera ya a la UE. En China se hallan los más potentes supercomputadores del mundo. El gigante asiático triplica las patentes anuales de EEUU o Japón, y lidera las publicaciones científicas en inteligencia artificial. Hoy, el 40% de la I+D mundial se encuentra en Asia, mientras la innovación en EEUU se estanca. Uno de los errores que hemos cometido en innovación durante la última década ha sido intentar imitar el modelo americano, un modelo caracterizado por la combinación de mercados financieros muy eficientes, excelentes universidades y compra pública tecnológica. Un modelo que ha llevado a la eclosión de potentes clústeres de alta tecnología, start up, universidades de élite investigadora y dominio de sectores relacionados con defensa y espacio.

Silicon Valley nos ha fascinado. Pero el modelo americano de innovación está en crisis. No distribuye sus esfuerzos (ni su riqueza) de forma transversal a todos los sectores, sino que lo concentra en unos pocos focos de alto potencial de crecimiento. Mientras, el cinturón industrial americano pierde competitividad y vota masivamente opciones radicales como Trump.

Nuestro modelo debería ser más germánico. Alemania, pese a su discreción, dispone hoy posiblemente del mejor sistema nacional de innovación. Un modelo que no concentra sus esfuerzos en unos pocos segmentos, sino que lo distribuye de forma transversal a la totalidad de la industria, con foco en la I+D de la pequeña y mediana empresa. En Alemania no aparecen Zuckerbergs o Gates, pero su nivel de producción en manufactura, de exportación de tecnología y sus salarios, son superiores a los de EEUU. Entre las 40 mejores universidades del mundo, según el ránking de Shanghai, no hay ninguna alemana, pero sus doctores son extremadamente apreciados por la industria.

Si el modelo americano descansa en las start up y las universidades de élite, el modelo alemán se enfoca en la industria y en la formación técnica. El primero se está revelando como un modelo poco distributivo. El segundo es la base de la competitividad de la mayor potencia exportadora y generadora de empleo de Europa. ¿Cuál debería ser el nuestro?

Article publicat al Diari Expansión.