El documental NO-DO, en agosto de 1955, informaba de la Batalla de Flores que había tenido lugar en el paseo de la Alameda de Valencia a finales de julio de ese mismo año. Históricamente, este documental se enmarca en el que ha sido categorizado como segunda etapa de la Dictadura Franquista en España (1939-1975). Después de un primer periodo autárquico y de aislamiento (1939-1950), durante la segunda fase de la dictadura militar (1950-1960) el franquismo da un giro hacia una cierta apertura al mundo y hacia un alineamiento con EUA. Sin embargo, como muestra esta noticia, sigue con su voluntad propagandística y de consolidación de la autoridad militar iniciada por el golpe de estado del General Franco después de la contienda civil (1936-1939).
La Batalla de las Flores de Valencia, festividad aún vigente, se realiza anualmente el último domingo de julio. Actualmente cierra un ciclo de acontecimientos feriales que se desarrolla a lo largo de todo el mes de julio en Valencia. Se dice que fue implantada en 1891 por Pasqual Frígola, por entonces Barón de Cortes, imitando la famosa batalla de flores que se realiza en el Carnaval de Niza, capital de la francesa de la Costa Azul mediterránea. La batalla consiste en un desfile de carrozas decoradas dirigidas por caballos en el paseo de la Alameda –avenida que se encuentra en el otro lado del cauce del río Turia y que era el antiguo acceso al Palacio Real. Durante aproximadamente una hora, a medida que las carrozas ornamentadas avanzan por el paseo, se van lanzando hacia ellas y sus ocupantes flores (principalmente claveles y rosas), confeti, serpentinas y pétalos. En sus orígenes, la festividad era un privilegio de la burguesía. Así, esta clase social mostraba ostentosamente su jerarquía y fortalecida posición económica y social. Lo hacía tanto a través de los carruajes y los caballos que exhibía como mediante la belleza de las ornas florales con que los engalanaba y de la riqueza de los vestidos con que iban ataviados. Con el tiempo, la fiesta se fue popularizando, ampliando su participación a todas las esferas sociales. Además de la batalla de flores y del paseo, a los carruajes mejor decorados se les concede un premio. El galardón de honor que se concede a la mejor carroza decorada recibe el nombre de «Barón de Cortes» en recuerdo al promotor de este acto.
En el fragmento del noticiero NO-DO en el que se realiza un reportaje sobre esta festividad en el año 1955, y como muestra de la voluntad propagandística y de consolidación ideológica del régimen dictador, se dice que el primer premio lo concedió el Capitán General a la carroza que simbolizaba una alegoría de un labrador de la Huerta Valenciana. Por tanto, fue el propio dictador, Francisco Franco, el que decidió a quién se le otorgaba el premio. Sabido es que Franco inició el golpe militar que acabó con la Segunda República Española erigiéndose como caudillo y Jefe de Estado durante más de cuarenta años con una ideología nacionalcatolicista. Como muestra de la represión de la dictadura militar española del siglo XX, el propio caudillo elegía la carroza ganadora en esta fiesta. Indiscutiblemente además de poner de manifiesto su supremacía, este hecho pretendía hacer más popular y cercano al personaje, otorgándole la autoridad de conceder el premio a la mejor carroza. El segundo premio, también por delegación del dictador, lo otorgaba, según informa el NO-DO, el Gobernador Civil. Según declara Julio Ponce Alberca[1], profesor de la Universidad de Sevilla, en un interesante artículo de 2016 titulado «Los gobernadores civiles del primer franquismo», los gobernadores civiles provinciales eran por lo general una élite burocrática y funcionarial fiel y leal al sistema y que estos cargos ejercían simultáneamente de jefes provinciales del Movimiento. Este dato pone de manifiesto, además, la voluntad de poder y control sobre la propagación de la ideología del nacionalcatolicismo en el ámbito local.
En el relato de la noticia del “Noticiarios y documentales cinematográficos” (NO-DO), emitido el ocho de agosto de 1955, se ponen de manifiesto algunos de los valores que se intentaron propagar por el régimen. En primer lugar, el optimismo y benevolencia del régimen para con sus súbditos representado por la carroza del gallo que ganó el premio extraordinario del «Barón de Cortes» que encabezaba la comparsa. Como muestra de esto la noticia se inicia del siguiente modo “Con el quiquiriquí optimista del gallo blanco con las alas desplegadas”. En segundo lugar, la riqueza y prosperidad de la nación que supuestamente que acompañaba el régimen dictador: se cuenta que se arrojaron más de 2.500.0000 de ramilletes de flores y concursaron más de 87 carrozas de los cuales 46 son adornadas con flores naturales. Cabe recordar que el estado español en 1955 se halla en plena postguerra con la pobreza y hambre que esta había implicado en muchas familias. En tercer lugar, la función social e imagen pública de la mujer propia de la ideología nacionalcatolicista: “las más de 500 bellas jóvenes que acompañan las carrozas”. Curiosamente, en las carrozas sólo van montadas mujeres y el palco de honor de las autoridades sólo figuran hombres. En cuarto lugar, los grandilocuentes adjetivos que acompañan la noticia –tales como la “Iluminada alameda”, “flores y pétalos en desbordante acumulación”, la “vistosa pelea”– dan cuenta de la intención de convencer sobre la prosperidad económica del estado en la época de la dictadura. En quinto lugar, el valor de las festividades y celebraciones (en este caso la Batalla de Flores) en la configuración de la tradición que a la vez constructora de la identidad nacional y forjadora de un pasado común que da unidad y uniformidad a una cultura, en este caso la española.
Todos estos rasgos y características que se recogen en la noticia aquí analizada sobre la Batalla de Flores de Valencia, además de una clara voluntad propagandística, ejercen una función adoctrinante y educativa sus ciudadanos. Esta es, supuestamente, la tradición a la que la nación pertenece –surgida recordemos de la exhibición ostentosa de la burguesía– y la que, por consiguiente, ha de procurar mantener y perpetuar. Las huellas del pasado –los festejos, espectáculos y conmemoraciones– están puestas al servicio de la consolidación del presente y sirven para anticipar el futuro, bajo su punto de vista, próspero y venturoso. Todos estos valores que se incluyen en la noticia y que sin duda pretenden consolidar un régimen impuesto, conforman la idiosincrasia de un sistema autoritario, tradicional y reaccionario que además de vencer, durante su prolongado mandato, intentó convencer. Tal y como pone de manifiesto este breve documental, la prensa y las instituciones mediáticas se pusieron al servicio de la propaganda, del control ideológico y la irradiación de los valores propios del fascismo. Se trataba de dar ruptura al orden anterior, la Segunda República Española (1936-1939), a través de la exaltación de las tradiciones, de los preceptos y los valores que lo habían erigido y que lo habían de legitimar.
Acceso No-DO: http://www.rtve.es/filmoteca/no-do/not-657/1479316/
Abstract
The present documentary narrates the feast of the Battle of Flowers that took place in Valencia in July 1955. The way in which it is explained, the images it projects and the adjectives that accompany the news, are a sample of the propaganda that the media communication carried out of the national-Catholic regime. The propagation of this festival in the news program aims to highlight a tradition that unifies Spanish culture. Besides setting a tradition, it intends to consolidate values and ideology that legitimize the authoritarian power of the dictatorship
[1] Vid: http://hispania.revistas.csic.es/index.php/hispania/article/view/485/481
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